domingo, 30 de septiembre de 2007

"Ojalá que nos veamos más tarde"


"Hay golpes tan fuertes en la vida, yo no sé...golpes como el odio de Dios...."(no sé que más sigue). Bueno quién no recuerda ese poema que encierra y describe cómo los golpes van llegando a nuestra vida. Ahora sé que esas zancadillas, puntapiés, puñetes que te da la vida te hacen dar cuenta de muchas cosas, pero sobre todo, te hacen madurar y valorar las cosas por lo que te costó conseguirlas y a las personas,por lo que ellas son y no por lo que tienen, porque el dinero no lo es todo en esta vida.


A mí la vida me golpeó muy duro un domingo 24-9-2006. Era un día normal como cualquier domingo del año. Ese día celebraría un aniversario más del diario Correo, diario en el que practicaba en ese entonces. Llegué a desayunar a a la casa de mi padre, más temprano que de costumbre, porque lógicamente tenía que alistarme pa la fiesta. Terminamos de desayunar como a las 9am. Luego mi padre me pidió de favor que antes de irme a mi pensión, le ingresara unos recibos de cobranza a la computadora. Yo un poco fastidiado por su petición, me senté frente a la computadora y uno a uno fui ingresando los recibos. Para disimular, cuando ya ingresados estaban todos los recibos, con una sonrisa en los labios le dije a mi padre:"Ya están,¿ deseas que te ayude en algo más"?Él ya me conocía y sabía que tenía que irme, así que me respondió:"No nada más, anda nomás porque ya se te hace tarde". Yo un poco sorprendido por su respuesta, ya que me había leído el pensamiento, me acerqué al viejo escritorio de madera donde él estaba haciendo cuentas de su trabajo y con un beso en la mejilla me despedí y le dije que yo le avisaría si podía llegar al local de la fiesta y él, como presagiando lo peor me dijo, "ojalá que nos podamos ver más tarde", a lo que yo respondí, sí, yo creo que sí. Así fue, me fui a mi pensión, me bañe, cambié, recogí a mi enamorada y nos fuimos a la fiesta de aniversario.

Como el lugar era un poco alejado y cerrado, perdía señal en el celular y decidí apagarlo para no estar como un niño, cuando le regalan su primer juguete, y tener el celular en la mano. Así fueron pasando las horas...2, 3, 4, 5pm. Las chelas iban y venían, la fiesta se poní cada vez más interesante. Entre los distintos trabajadores de las diferentes áreas empezamos a entablar amistad. Salud, salud!!!se escuchaba por doquier. La música ponía a más de una pareja a bailar en el grass que teníamos como pista de baile. Fotito por aquí, fotito por allá y así la diversión se fue acabando. Los zancudos se convirtieron en los nuevos invitados y más de uno, en el intento de matar los zancudos que le rondaban la cabeza, las piernas o los brazos, se propinaban tremendos manazos. Fue por culpa de ellos que la fiesta empezó a llegar a su fin. Pero, si me detengo a recordar con más detalle lo que pasó ese día, caigo en la cuenta que no hubo momento alguno en el que dejara de pensar en mi padre y en la espera a mi llamada para que llegara a esa reunión. A las 7.pm un bus nos recogió y nos llevó al centro. El momento de la verdad se acercaba. Llegamos a la casa de mi enamorada, mientras ella subió a avisar que ya había llegado a casa una llamada hizo sonar el teléfono de la casa. Mientras tanto yo prendía mi celular. De pronto escuche:"Paul, teléfono, es Jessy". Yo sorprendido contesté y era mi amigo Carlos Augusto. Tratando de hacer la pena más suave intentó decirme la verdad lentamente, pero tuvo que hacerlo."Tu padre ha fallecido", no le creí. Una llamada entró a mi celular,era mi tía.Ella me confirmó a lo que segundos antes yo me mostraba incrédulo:"Tu papá ha muerto, Paul", pronunció mi tía entre sollozos y con la voz entrecortada. Yo entré en shock, me desvanecía, mis piernas se me doblaban, no podía creer lo que habñia escuchado. Minutos después llegaron dos amigos y una vez más comprobé lo vivido. Me llevaron al hospital. La pena, impotencia, cólera y al mismo tiempo incredulidad hicieron que me descontralara y quisiera entrar a ver a mi papá, pensando que aún lo podría encontrar con vida...mis intentos fueron en vano. Envuelto en el arrepentimiento comencé a proporcionarme golpes culpándome de la muerte de mi papa. El dolor que sentí en ese momento es indescriptible, por eso ya no puedo seguir con esto.

Sólo se que ahora después de un año, la ausencia de mi padre aún se deja sentir y que ese vacío que él dejó muy dificílmente se llenará por muchos, muchos años.

Lo único bueno que me dejó esta desgracia es que aprendí a valorar las cosas, pero sobre todo aprendí a valorar mucho más a mi familia.

Comprendí que cuando queramos decir un "te quiero" a nuestra madre, padre, o hermanos o hermanas, lo hagamos en ese mismo moment, porque tal vez cuando decidamos hacerlo ya no haya tiempo y no sabemos si "ojalá nos veamos más tarde...".